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Uno de los lemas de nuestro centro de fisioterapia es que el dolor no cura. Y esto parece ir en contra de las creencias habituales: “si no te duele, no te está haciendo nada”, “este fisio es bueno, porque te da una paliza…”. Es muy frecuente en nuestra profesión que los pacientes durante el tratamiento digan “aprieta, que yo aguanto”. Pero, ¿se relaciona la efectividad del tratamiento con el dolor experimentado durante la sesión? La respuesta es no. ¿Por qué?
En fisioterapia, existe una consigna básica, que es la “regla del no dolor”. Habitualmente acudimos al fisioterapeuta porque sentimos algún dolor. Éste es uno de los signos de la presencia de inflamación en un tejido. La mayoría de los tratamientos que aplicamos están orientadas a disminuir la inflamación y el dolor, acelerando el mecanismo del cuerpo de autorreparación. Por ello, si aplicamos técnicas con exceso de intensidad, se puede provocar una irritación del tejido y aumentar la percepción de dolor. Esto provocará la puesta en marcha de mecanismos de defensa ante una manipulación dolorosa. No se ha demostrado que el empleo de técnicas dolorosas tenga una mayor efectividad que técnicas más suaves.
No. Desafortunadamente, dado que estamos tratando tejidos que están inflamados su manipulación puede provocar sensación de malestar. En ocasiones, es necesario emplear determinadas técnicas algo más molestas. Se realizan siempre dentro de un umbral (no se trata de llegar al umbral de tolerancia del dolor del paciente, que sería el equivalente a “aprieta más hasta donde aguante”). Por ejemplo, cuando desinfectamos una herida, aunque lo hagamos muy despacio y suavemente, como el tejido está dañado, nos resultará molesto.
Sí. Una de las respuestas que pueden aparecer después del tratamiento es la sensación de agujetas. Suelen extenderse hasta las 24-48 horas de la sesión. Es una respuesta normal del organismo frente a la intervención. Pensemos que en las zonas de lesión se acumulan sustancias de desecho (producto de la inflamación local). Al aplicar distintas técnicas, drenamos la zona con lo que estas toxinas se liberan al torrente sanguíneo, y de ahí esta sensación de agujetas, además de las debidas a la propia manipulación del tejido.
Por otra parte, en función de la técnica aplicada, suele producirse una especie de “reajuste” en el cuerpo. Esto es más frecuente en el caso de la osteopatía y la liberación miofascial. Cuando tenemos una lesión y dolor, el cuerpo pone en marcha estrategias para intentar que el dolor disminuya. Entre ellas trata de inmovilizar esa zona y pone en marcha todo tipo de mecanismos compensatorios (modificar la posición de articulaciones próximas, alteraciones de la postura….). Con la sesión provocamos un cambio en el organismo y damos movilidad a esa zona. Como resultado, en los días posteriores a la sesión el cuerpo se estará reajustando para volver a una situación de equilibrio. Esto hace que los efectos de la sesión continúen hasta casi una semana después de la misma.
Muchas veces nuestros pacientes nos confiesan que después de una sesión en la que se han usado técnicas respetuosas, al día siguiente han notado muchos cambios, y lo más importante, que ya no tienen ese dolor por el que acudieron a nuestro centro de fisioterapia, sin haber tenido que sufrir.
Así que, aprovechamos este post para recordaros que el dolor no cura.
¿LA FISIOTERAPIA TIENE QUE DOLER PARA CURAR?...No, te explicamos por qué.